GOBIERNO, NEOLIBERALISMO, REVOLUCIÓN
29 – 03 – 2022
No me cabe la menor duda que estas tres palabras son parte de una ensalada que muchos y muchas pretenden aliñar con las llamadas movilizaciones, en las cuales todo se revuelve y, al final, son indigestas.
Lo digo, porque este viernes los estudiantes universitarios, a los que se sumaron secundarios, marcharon para llevar una carta al Ministerio de Educación, reclamando por el bajo monto de las becas alimenticias y exigiendo un aumento que, a todas luces, no solo es imprescindible sino que también urgente.
En este acto legítimo y, por cierto, necesario para provocar respuesta de las nuevas autoridades, acontecieron hechos que a partir de las distintas imágenes captados con teléfonos celulares se ven, simplemente, como innecesarios y carentes de racionalidad política. Lo digo, porque el solo hecho de producir efectos como los que reiteradamente han reproducido los canales de televisión, que no se pueden calificar como arreglos o intentos malintencionados de los editores o periodistas de ellos, distan mucho del interés de los que reclamaban con justica. La reiterada destrucción de locales en el barrio Lastarria ni la presencia de escuderos protectores de la “avanzada” era parte del reclamo. De hecho, no era el enfrentamiento con el gobierno ni con el GOPE la finalidad, sino el apoyo masivo de la carta que se entregaría en el Ministerio. .
Los dos hechos de mayor connotación han sido el disparo del carabinero que hirió a un repartidor de comida y los golpes a un estudiante secundario por parte de “comerciantes” en Estación Central.
El primero, queda claro en que el ataque al policía que cumplía labores de tránsito y ni siquiera estaba equipado como los del GOPE fue un acto de violencia innecesaria de un grupo concertado al que intentaron sumarse otros cuando el policía estaba en el suelo. Y las grabaciones de videos y audios pueden confirmar el hecho. La cuestión fundamental no es el derecho a movilizarse. El problema es otro y tiene relación directa con lo que está sucediendo a nivel político en el país, y que tiene elementos que no pueden disociarse ni dejarlos como si no existieran.
Podemos estar de acuerdo en que la violencia policial desatada desde hace mucho tiempo es una de las características del Estado represor, y que durante los gobiernos postdictadura Carabineros se fue perfeccionando en las tácticas antimotines y de represión contra manifestantes contestatarios. Fueron nuevos pertrechos y máquinas más sofisticadas, mayor cantidad de efectivos y nuevas tácticas represivas que llegaron a extremos que fueron denunciados y rechazados por el mundo democrático, como el enceguecer a personas con disparos al rostro, por señalar uno de los más crueles resultados de la acción policial.
Y la explicación oficial, incluyendo las muertes provocadas por los agentes del Estado, siempre fue el clima de violencia provocado por los opositores a pesar de que el accionar represivo fuera una flagrante violación a los Derechos Humanos.
Sin lugar a dudas que esta lucha por crear una nueva democracia será difícil y que tendrá costos que el nuevo gobierno deberá asumir. Pero, también, existen hechos políticos que deben considerarse para realizar un análisis de lo que se espera de él y lo que puede hacer, según la correlación de las fuerzas políticas que existan durante su período y los resultados del trabajo de la Convención Constitucional, que es el otro campo en que se juega el cambio político que requiere el país.
Por ello que la solución a las exigencias que las masas expresan deben priorizarse con criterios políticos diferentes a los empleados por los otros gobiernos, aunque ello signifique la acción descalificadora y obstruccionista de la derecha oligárquica que arrastra a sectores sociales medios que aún siguen convencidos que el Estado Social de Bienestar destruye sus aspiraciones de ascenso social, porque solo el mercado y la libre competencia aseguran el reconocimiento de sus méritos.
Y si a ello se le suman las acciones que enarbolan la bandera del cambio inmediato, como si este gobierno fuera el llamado a hacer la revolución y el encargado del término del Estado Subsidiario sin que exista una nueva Constitución, es evidente que en vez de avanzar los tropiezos con las piedras que quedan en las calles lo hará muy difícil.
El propio Presidente ha dicho que los cambios se harán con la gente, con su apoyo y conocimiento. Pero no ha dicho que ello requiere organización y disciplina política. Que es importante la participación en los sindicatos y en las organizaciones vecinales; que se deben escuchar las razones y si no se está de acuerdo con ellas, expresar las propias en la organización democrática a la que se pertenece. Porque el camino de estallido social ya produjo un resultado y es el camino por el cual se está transitando, lo que no se puede discutir ni negar; pero para ello hay que entender que existe una conducción y que solo si esta no responde será el pueblo organizado el que se lo haga saber. De lo contrario, será una nueva derrota y otra oportunidad perdida para construir un país democrático.
Y, por cierto, es el trabajo en que está empeñada la derecha oligárquica y el fascismo que ya se expresa en el parlamento.